Apenas fue necesario el primer récord de visitantes extranjeros a España tras la crisis para que la inversión hotelera se disparase. Con 2018 se cierra el cuarto ejercicio en el que se han movido cifras desconocidas hasta ahora en este tipo de activos. El año acaba con 4.807 millones de euros invertidos en el país, un 35% más que en 2017 y convirtiéndose por primera vez en el segmento inmobiliario que más capital atrae de todos, por delante de oficinas y centros comerciales, según la consultora CBRE. Y gran parte de este montante irá destinado al negocio más exclusivo del mercado hotelero. La categoría de cinco estrellas, y especialmente la llamada cinco estrellas gran lujo, vive un auge sin precedentes.
Las islas, como principales focos de recepción de extranjeros, también se han apuntado al desarrollo de establecimientos de alta gama, aunque con menor intensidad. Mallorca cuenta ya con unas 1.000 habitaciones del máximo estándar, con precios medios de 450 euros y una ocupación más elevada que Marbella en temporada. Y pese a que Ibiza experimentase su momento más álgido hace dos años, con precios medios de 600 euros, según Gerondeau, ahora se estabiliza. Es la isla donde se cuentan más planes.
¿Son demasiados establecimientos de cinco estrellas de repente para un país en el que se aprecia un cierto descenso de la demanda internacional? Ninguno de los expertos consultados lo cree así. “El mercado se regula solo”, dice Juan Molas, al tiempo que presume de que España es el séptimo país del mundo por número de establecimientos de máxima categoría: 335. Molas avanza buenas perspectivas para el negocio turístico en 2019, pese a desconocer el efecto que puede tener el Brexit entre los principales visitantes internacionales del país (18 millones) y la ralentización de los turistas alemanes. “Esperamos una temporada buena, pero con ventas más lentas”, dice. Porque el lujo tiene una demanda estable, según Gerondeau. De hecho, es uno de los negocios que menos sufrió la crisis económica. “No se va a ver afectado ni en 2019 ni a medio plazo”, sostiene. Porque el nuevo cliente más selecto, más viajado, que aprecia más el detalle y, por supuesto, gasta mucho más no va a dejar de viajar.