La declaración de Patrimonio Mundial es una distinción que otorga la UNESCO a aquellos bienes con características de excepcional valor que los hacen únicos en el mundo. España, con un total de 45 bienes inscritos en la Lista de Patrimonio Mundial es el tercer país con más bienes declarados.
Desde los remotos tiempos de Atapuerca hasta la originalidad del modernismo catalán, pasando por la biodiversidad de Ibiza o la poesía de la Alhambra, los bienes declarados Patrimonio Mundial nos permiten hacer un recorrido por la historia de nuestro territorio, poniendo de relieve los elementos más sobresalientes que se han producido. El pensamiento y la forma de actuar de cada momento se reflejan en los restos arqueológicos, en los monumentos, en nuestros cascos históricos o en el paisaje que fruto de la labor del ser humano se ha ido modelando a lo largo del tiempo.
Este legado del pasado es el que nos permite comprender las líneas decisorias que han forjado nuestra cultura, con todas sus influencias y raíces. La riqueza natural y la biodiversidad forman igualmente parte de nuestro patrimonio común, ya que cultura y naturaleza forman parte de nuestra vida. Nuestra obligación es conservarlas y mantenerlas, para que este testigo del tiempo llegue a las generaciones futuras.
La inclusión de bienes en la Lista de Patrimonio Mundial pone de manifiesto nuestra riqueza patrimonial, al tiempo que constituye una muestra del compromiso de las administraciones y los ciudadanos por su conservación. Debemos tener en cuenta que la declaración de Patrimonio Mundial no es un fin en sí mismo, sino el principio de un camino de responsabilidades y compromisos cuya finalidad es el mantenimiento del valor universal excepcional de estas manifestaciones para las generaciones futuras.
Para ello es necesario establecer estrategias adecuadas que faciliten la gestión de este patrimonio a través de la sostenibilidad económica y ambiental y de la participación ciudadana.